domingo, 20 de junio de 2010

-6-

Partió.
Como el cuchillo la carne.
Sangró.
Corrió la espesa vida, hasta el río.
Después, cuando salió el sol
Arrepentida
buscó la ropa mojada.
Pesada.
El alma es un pozo cotidiano.
Cotidiano.

miércoles, 16 de junio de 2010

-5-

Atacada

Pronuncia las palabras

Que duelen desde el pasado

Volver

Siempre volver

Con los pies cansados

Murmura

Ríe

De mi, como en la cama

lunes, 14 de junio de 2010

-4-

Soy de Dios

No miro el camino.

Un manantial hacia el cielo

Ese será, asi será. Asi soy.

-3-

el jardín
ha sido devastado
agua sobre
la tierra arrasada
vuelve.

-2-

no hubo, no habrá mas lugar.

si el sur

aprieta el corazón

el norte sufre

de soledad

y a los lados

solo

veo tu nombre

la muerte será

un perro fiel

destinado al camino interminable

-1-


Hoy, pronto, en un instante

la noche cegará la habitación

Dios vendrá sobre mi estomago

cruel, con su sonrisa

como demonio arrepentido

llorará entre mis brazos

Duerme. Duerme mientras yo vigilo la eternidad.

sábado, 12 de junio de 2010

7- LA DECISIÓN

La habitación sudaba la humedad de los hoteles de Congreso. Las caras de las dos chicas volvían sobre él en todas las esperas. Comer, dormir, comer, dormir, comer, dormir. Prendió la radio y brotó la canción que nunca había escuchado: estamos como el amor que se hecha a perder, violamos todo lo que amamos para vivir.

No esperó más. Abrió el cajón de la mesita de luz, agarró la 32 que alguna vez usó para cuidar fábricas y enfiló para el bar. Ya no sabía cómo guardar el arma en la cintura. Pero sí recordaba el frió del acero y se adaptaba fácilmente la palma de la mano a las hendiduras del fierro. Caminar por Congreso ya no era lo mismo. Una sensación de impunidad lo bañó. Los policías eran muñequitos importados de Taiwán. Un respiro, una mirada y los botones terminaban en un saco.

Este hijo de puta me la va a pagar. No sabe a quien metió en el medio.

Entró al bar donde había sucedido el crimen.

-Osvaldo, necesito hablar con vos.- No era el Celedonio de siempre. Se acercó a la barra mirando al encargado, apoyó el brazo y clavó la mirada hacia la cocina.

-Me debés mucha guita Cele.

Celedonio giró el rostro hacia Osvaldo, lo miro fijo y con un solo movimiento se levantó la camisa por dentro del saco mostrando la culata del arma.

-Decime donde lo encuentro al tipo del otro día.

Osvaldo dejo de limpiar la cafetera. Apoyó la rejilla suavemente sobre la barra y el rostro se le empezó a agrietar.

– ¿Qué tipo? Dijo en voz baja.

-¿Querés que entre a la cocina? Decime ya, donde encuentro a ese tal Sergio y me voy silbando.

-¿Celedonio que te pasa? ¿Para qué?

Metió la mano debajo del saco y caminó hacia la cocina.

- Pará, pará. Once. Está en Once.-

Celedonio se calmó, era el de siempre. Se acercó a Osvaldo, a quince centímetros de la nariz del gallego y con un tono conciliador le dijo: La calle Osvaldito, la calle.

-La puta que te parió Cele, Uriburu 255, el hotel se llama “La Hiedra”. No me nombres.

- Quedate tranquilo. Lo que debo te lo pago la semana que viene.

Caminó entre las mesas y el colectivo lo dejó en la esquina del hotel.

Buscó unas monedas del bolsillo para llamar a Eduardo.

-Che, estoy en la esquina del hotel donde parece vive el tipo que mató a las pibas. Venite, trae el fierro y la papa.-

-Cele, vos estas peor que yo, no hagas nada que voy para allá, dame la dirección hijo de puta.-

martes, 8 de junio de 2010

6 - LA FAMILIA

Soy Celedonio Flores. Nací en congreso. Tengo 43 años. Alto, de pelo corto.

Otra vez Buenos Aires parece olvidar que vivo acá. Que cuando llueve en esta ciudad no hay nadie que tenga donde ir. La escenografía perfecta para un film de posguerra.

Mi habitación es más chica que la que tenía cuando era pibe. Todo se fue reduciendo. Mis amigos muertos, los abandonados, las mujeres que no quise, y a vos que te quise tanto. La sangre de una nariz arruinada por el insomnio que tiñó el baño de la pizzería de Nazca y Gaona, junto a la hinchada de Argentinos Juniors que siempre paraban en la misma mesa y las servilletas que no alcanzan para apagar el fuego. El olvido de un pueblo que alguna vez vivió y creó. ¿Que el tiempo nos pasó por delante? Baahh...

Lugano 1 y 2, a las seis de la tarde, visto desde arriba parece un monumento de todo lo que no pudo ser, tantas ventanas que podrían haber sido saludos y bienvenidas a familiares o amigos con facturas y tortas en sus manos, hoy son invitaciones para adolescentes maltratadas o madres pequeñitas a saltar para finalizar esa presión en el pecho que suda la marginalidad. Vigas hechas de dolor en un barrio alguna vez pensado para esa pequeña felicidad por la que tanto lucharon.

Torre 6, piso 17, departamento H. Este es el timbre.

Ella nació y repentinamente se encontraba sobre los brazos de su madre. Lloró y durmió en diferentes órdenes, hasta que se acostumbró.

Mas tarde apoyó los pies en la tierra y transitó el desconcierto. Sus pasos eran borrados por los mismos pasos que volvían sobre sí, y así transcurría su mundo.

Las trampas que siembra la tierra fueron lastimando el rostro olvidado por la partera, su madre y su padre. Temerosa de dar un solo paso más, aprendió a elevar los pies simultáneamente, flotó sobre el mundo, que sigue girando sin importar quien lleva sobre su cáscara.

-Elsa soy yo.- dijo con las piernas tan cansadas que la mejilla y la punta de los labios chocaban contra el frío metal bronce oxidado que había por portero eléctrico.

-…-

-¿Puedo pasar a saludarte?-

Sonó el chirrido de la puerta, la empujó y caminó hasta el ascensor.

El ascensor del monoblock es un ambiente más dentro de toda la ciudad que son los departamentos y los pasillos. En las puertas, los espejos y las paredes del ascensor se refugian las expresiones de una generación aburrida y dormida por el encierro. Por las noches funciona como habitación y los jóvenes desnudan sus amores y odios entre espejos pintados por el aerosol y marcadores indelebles.

La luz es tenue en el pasillo que desemboca en la puerta de Elsa. Pintadas, chicos desparramados empujando el tiempo. Celedonio golpea la puerta.

-¿Cómo estás?- Dice Elsa, mientras se acomoda el pelo aplastado por la almohada.

Celedonio cruza la puerta, beso en la mejilla a Elsa, y se acomoda rápidamente en el sillón frente al televisor.

-Bien, un poco cansado, pero bien, ¿Vos?- Celedonio enmudece el volumen de la tele, no saca la vista del novelón de la tarde.

-Nosotras estamos bien- Dijo mientras se estiraba un poco la blusa a la altura de los pechos. -Hoy nos despertamos tarde, porque nos quedamos viendo tele hasta muy tarde y charlamos tantas cosas-.

-Elsa…-

-Cele- Interrumpió. -¿Vos como estas? ¿Cómo está Eduardo?-

Mirando el techo, reposando el cuello en el borde del sillón, contestó en voz baja: -Eduardo está desmejorado, hablando de cosas que él solo entiende o recuerda, tomando mucha medicación, mezclándola con mierdas, por lo tanto no hay una evolución visible, de todas formas tiene un muy buen humor por las tardes. A la noche tiene recaídas, y se encierra en su habitación. No se puede pisar el barrio cuando está así.-

-¿Y vos?-

- No sé, siempre igual.

-¿Que es eso de que viste dos putas…? ¿Asesinadas?

- Sí. Mataron dos chicas al lado mío. Sé quien fue, quizás le haga una visita.

-Estás loco, vos siempre te metés en quilombos.- ¿Tomás unos mates?

Celedonio la miró a los labios, pensó en irse. -Bueno, dale, dijo rascándose la parte de atrás de la oreja.

Se sentaron alrededor de una mesa redonda de madera color amarillo clarito en la diminuta cocina. Un mantelcito, la pava y el mate. En el centro las galletitas de agua con manteca y sal. El sol se escondía por detrás de los edificios opacos de Villa Lugano.

A Elsa se le habían profundizado los gestos de la cara. La boca se torcía cuando quedaba en silencio y el labio superior temblaba constantemente, al mismo ritmo que pestañeaba. El resto del cuerpo seguía con sutil coincidencia su rostro. La mano izquierda tensa, siempre contra el codo del brazo derecho.

-¿Querés verla un rato? Se va a poner contenta.- Los ojos se transformaron en el viejo vitraux de la iglesia de Flores, arruinado por el sol y la mugre. El pómulo derecho endureció con vista hacia arriba, y rápidamente, como con las piernas quebradas se dirigió hacia la puerta de la habitación.

Celedonio se levantó de la mesa, y caminó por el comedor. Miró por la ventana hacia abajo y luego se recostó en el sillón.

Elsa salió de la habitación llorando. Sus brazos en posición como si sobre ellos durmiera un bebito recién nacido. El rostro estaba suavemente tendido hacia los brazos, como mirando al bebé más hermoso de Lugano.

Celedonio gritó: -¡No te das cuenta que estás loca!-

Se abalanzó sobre ella y le cruzó las manos por entre sus brazos, se trenzaron, fuertes las piernas y los hombros cayeron al piso, Elsa gritó: -¡Mi beba, mi beba!, hijo de puta, te voy a matar, hijo de puta. ¿Qué le hiciste?-

Celedonio rompió la unión que habían forjado entre piernas y golpes, y logró dirigirse hasta la puerta. -Estás loca. No hay nada en tus brazos.- Y la puerta se cerró de un golpe.

Ella quedó tirada frente a la televisión acariciando el piso, llevándose los dedos hacia la boca una y otra vez, luego se mordió las rodillas hasta que los dientes crujieron. Sola, durmió en la alfombra verde oscura en el departamento H, piso 17, torre 6 de Lugano 1 y 2.

lunes, 7 de junio de 2010

5 - CONVERSACION CON EL AMIGO


La escenografía perfecta para una película de posguerra.

Voy a juntar las rocas impresas por el musgo de mi casa derribada, hundiré mis dedos por sus grietas hasta sangrar yemas y uñas. Con las cadenas de mis padres rodearé los escombros y los uniré a mis tobillos. Desnudo, la boca al cielo, caminaré en silencio por los valles oscuros del pasado, los ojos vendados por el desgarro de tu cuerpo, el viento a mis muslos clavará su frío eterno que rodea al sol cuchillo en los talones. Mas seguiré andando hasta arrullarme en las aguas ingenuas. ¡Que el sexo me sacuda con su lengua mojada por detrás! No le temeré a la tierra firme para escarbar hasta lo profundo de tu hemisferio. Eso haré. Insisto, eso haré.

Se sentaron en la cocina. Algunas migas sobre la mesa de madera oscura. Un mate sin yerba junto a la pileta. Platos, vasos y servilletas sobre una silla reafirmando una permanencia pasajera y otras dos sillas ocupadas por Celedonio y su amigo.

-Hoy no sé si fueron las pastillas y el olvido, quiero decir, las Valcote con esa botella de whisky de mierda, pero me acordé de los juguetes de chico. ¿Vos te acordás?

-No sé.

-Yo tenía unos autos de madera, ya sabes cuales te digo ¿No? Mientras yo jugaba con eso, mi hermana lo hacía con sus muñecas. Y siempre, desde chico creí que las muñecas eran el peor invento del mercado. Las muñecas no mean pero le cambian los pañales y tienen esos ojos celestes tan abiertos cuando están verticales que parecen pedazos de cielo sumergidos en el infierno. Y así la esperanza muere en la muerte permanente del juego. Así jugamos, y crecimos. ¿Vos que pensás?

-Pienso que sos un pelotudo. En lo único que puedo pensar es lo que vi el otro día en el bar. Por eso vine. No a charlar de juguetes.

-¿Qué te pasó en el bar?

Celedonio frunció un poco el ceño, miró la cara de su amigo que cruzaba las piernas flacas siempre antes de escuchar alguna historia interesado y relató preocupado:

-Estaba sentado a eso de las siete de la tarde en una mesita, solo, al lado mío dos chicas… dos putas.

-…-.

-Desde la puerta vieja, oxidada, entró un tipo. Mientras tanto charlaban acerca de un viaje. Pero desde la cocina se escuchó un grito, como de alguien que ve algo terrible y el tipo, al unísono, sacó un arma y un tiro a cada mina. Me quede duro, imaginate. El tipo tenía la cara muy tranquila, yo supuse después que estaba todo arreglado por su tranquilidad, que el grito era la clave para disparar. Bueno, me apuntó a la frente, yo pensé "estoy frito" y después salió con pasos grandes. Solo pude ver el pantalón de vestir negro en un par de piernas cortas y rápidas.

-¿Lo seguiste?

-¿Estas loco?, me fui a mi pieza. Pero hace unos días estuve con una mina. Nos fuimos a un hotel, y no sé porqué le pregunté por lo que había ocurrido. Me dijo que conoce al tipo. Es de almagro, un fiolo.

-¿Te dijo el nombre?

- Sergio

-¿Habrá sido efectivamente una señal el grito desde la cocina? ¿De quién?

-Yo no quiero saber más nada, ni averiguar.

-¿Entonces para que me contás? ¿Sos boludo?-

Eduardo levantó el labio superior desde el lado derecho, sonrío mostrando un colmillo y dijo: -¿Querés una muestra gratis de laboratorios Merc a ver si te convenzo?

-…-

Celodonio se levantó pesadumbroso de la silla, luego la puerta y Eduardo resolvió cambiar la cara, trabarla, meterse dentro de él, olvidarse del tema en el instante mismo en que Celedonio desapareció de la silla. Engominarse, darle play a Rivero con su Soledad, la de Barracas, ¡y que le traiga más soledad!