lunes, 7 de junio de 2010

5 - CONVERSACION CON EL AMIGO


La escenografía perfecta para una película de posguerra.

Voy a juntar las rocas impresas por el musgo de mi casa derribada, hundiré mis dedos por sus grietas hasta sangrar yemas y uñas. Con las cadenas de mis padres rodearé los escombros y los uniré a mis tobillos. Desnudo, la boca al cielo, caminaré en silencio por los valles oscuros del pasado, los ojos vendados por el desgarro de tu cuerpo, el viento a mis muslos clavará su frío eterno que rodea al sol cuchillo en los talones. Mas seguiré andando hasta arrullarme en las aguas ingenuas. ¡Que el sexo me sacuda con su lengua mojada por detrás! No le temeré a la tierra firme para escarbar hasta lo profundo de tu hemisferio. Eso haré. Insisto, eso haré.

Se sentaron en la cocina. Algunas migas sobre la mesa de madera oscura. Un mate sin yerba junto a la pileta. Platos, vasos y servilletas sobre una silla reafirmando una permanencia pasajera y otras dos sillas ocupadas por Celedonio y su amigo.

-Hoy no sé si fueron las pastillas y el olvido, quiero decir, las Valcote con esa botella de whisky de mierda, pero me acordé de los juguetes de chico. ¿Vos te acordás?

-No sé.

-Yo tenía unos autos de madera, ya sabes cuales te digo ¿No? Mientras yo jugaba con eso, mi hermana lo hacía con sus muñecas. Y siempre, desde chico creí que las muñecas eran el peor invento del mercado. Las muñecas no mean pero le cambian los pañales y tienen esos ojos celestes tan abiertos cuando están verticales que parecen pedazos de cielo sumergidos en el infierno. Y así la esperanza muere en la muerte permanente del juego. Así jugamos, y crecimos. ¿Vos que pensás?

-Pienso que sos un pelotudo. En lo único que puedo pensar es lo que vi el otro día en el bar. Por eso vine. No a charlar de juguetes.

-¿Qué te pasó en el bar?

Celedonio frunció un poco el ceño, miró la cara de su amigo que cruzaba las piernas flacas siempre antes de escuchar alguna historia interesado y relató preocupado:

-Estaba sentado a eso de las siete de la tarde en una mesita, solo, al lado mío dos chicas… dos putas.

-…-.

-Desde la puerta vieja, oxidada, entró un tipo. Mientras tanto charlaban acerca de un viaje. Pero desde la cocina se escuchó un grito, como de alguien que ve algo terrible y el tipo, al unísono, sacó un arma y un tiro a cada mina. Me quede duro, imaginate. El tipo tenía la cara muy tranquila, yo supuse después que estaba todo arreglado por su tranquilidad, que el grito era la clave para disparar. Bueno, me apuntó a la frente, yo pensé "estoy frito" y después salió con pasos grandes. Solo pude ver el pantalón de vestir negro en un par de piernas cortas y rápidas.

-¿Lo seguiste?

-¿Estas loco?, me fui a mi pieza. Pero hace unos días estuve con una mina. Nos fuimos a un hotel, y no sé porqué le pregunté por lo que había ocurrido. Me dijo que conoce al tipo. Es de almagro, un fiolo.

-¿Te dijo el nombre?

- Sergio

-¿Habrá sido efectivamente una señal el grito desde la cocina? ¿De quién?

-Yo no quiero saber más nada, ni averiguar.

-¿Entonces para que me contás? ¿Sos boludo?-

Eduardo levantó el labio superior desde el lado derecho, sonrío mostrando un colmillo y dijo: -¿Querés una muestra gratis de laboratorios Merc a ver si te convenzo?

-…-

Celodonio se levantó pesadumbroso de la silla, luego la puerta y Eduardo resolvió cambiar la cara, trabarla, meterse dentro de él, olvidarse del tema en el instante mismo en que Celedonio desapareció de la silla. Engominarse, darle play a Rivero con su Soledad, la de Barracas, ¡y que le traiga más soledad!

No hay comentarios:

Publicar un comentario